lunes, 8 de noviembre de 2010

Lo que puedes descubrir con el coaching

En un antiguo, apartado y pequeño pueblo del Asia, existía un enorme ídolo tallado en piedra, era tan grande que sus partes habían sido ensambladas una por una, con tal precisión, que no pasaría ni siquiera una hoja de afeitar entre sus junturas. Los responsables de tan sublime y esforzada labor, en su mayoría, eran ancestros de los actuales habitantes. Para ellos era sitio de peregrinación, de culto y un recordatorio imperecedero de las sabias enseñanzas del ser iluminado que inspiró la construcción.


El ayuntamiento del lugar destinaba gran parte de sus fondos para el continuo proceso de restauración porque además una gran cantidad de turistas extranjeros iban todos los años a contemplarlo y fotografiarlo. Su presencia allí parecía eterna y perfecta, habiendo soportado el rigor de cambios sociales, culturales, económicos, políticos y hasta guerras e insurrecciones, en fin todo tipo de circunstancias propias, de la historia del lugar.


Sin embargo fuerzas que escapan al control humano habían socavado la estructura, el viento, la lluvia, los cambios climáticos y la acción de microorganismos.

En los últimos cinco años los esfuerzos parecían cada vez menos eficaces y en un verano muy caluroso una enorme grieta progreso rápidamente entre segmentos y junturas amenazando con un desplome inminente. Los obreros movían sus cabezas hacia un lado y otro en signo de impotencia, los lugareños lloraban, los turistas observaban tristes, y sacaban una última foto.

La estructura cedió a tal punto que una considerable parte del ídolo se desprendió y cayó al suelo levantando una enorme nube de polvo

Al disiparse y en medio de lo que parecía el caos, algo inesperado y fascinante ocurrió, frente a la mirada estupefacta de los presentes. Los rayos del sol del mediodía iluminaron a una réplica del ídolo construida en oro y piedras preciosas contenido dentro de los segmentos de la vieja y corroída estructura de piedra.

¿Qué nos dice esta parábola? Entiendo que en cada lector habrá muchas y muy acertadas respuestas, desde mi ángulo de coach encuentro en ella un concepto que me parece esencial: dentro de cada ser humano hay algo maravilloso que puede ser descubierto. Los habitantes de la aldea habían pasado por alto una importante enseñanza de su propia cultura y el mensaje de sus más antiguos ancestros. Se habían acostumbrado a verlo allí, conformes con la idea de restaurarlo una y mil veces, a costa de lo que fuera, para que se mantuviera perenne e inmutable, aún en contra de la naturaleza, obviando la esencia de su historia y filosofía.

Esto ocurre todo el tiempo en cualquiera de nosotros, frente a lo que a priori valoramos como conflicto o adversidad, ciegos en la polvareda de la obsesión, insistimos y nos desgastamos, con enormes esfuerzos que justificamos, buscando razones por doquier, ignorando a nuestro interior, luminoso, intuitivo, sabio, que clama por develarse, para poder evolucionar, conectarnos con otros, construir nuevos conceptos acerca de nosotros mismos, de los demás, de nuestras capacidades, talentos y oportunidades. Al reconectarnos, de forma natural nos sentimos con la emoción el valor y la motivación para plantearnos objetivos, que nos lleven más allá de lo rutinario o de lo que ya no puede ser sostenido.

Es así que podemos dejar atrás aspectos de nuestra existencia que se asemejan una lucha incesante contra fuerzas que nos retan a diario, que nos exigen un supremo esfuerzo y que al final siempre nos superan y empezar a sentirnos más y más en una travesía fascinante por un río enormemente ramificado, como las grietas en la superficie del ídolo, con incontables lugares donde sumergirnos o detenernos e infinitas posibilidades de ir a explorar nuevas orillas. Y recuerda amigo lector, puedes dar tu primer paso hoy mismo.

Julio Flores

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